El porro.


Amsterdam, Junio 2004


Manolo y yo en un canal de Amsterdam.
La única ventaja que le veo a fumar es que si te fumas un porro te puede dar por reír.
“¿A qué no tienes huevos de que nos vayamos a Amsterdam tu y yo el próximo puente?” -me preguntó Manolo. “¿A qué sí?” -contesté yo de inmediato. Hacía pocos meses que me había separado, él era mi jefe, siempre he sido muy formal, no fumo, no había entrado en un sexshop y vitalmente era bastante pardilla (estoy arreglando eso) pero huevos huevos sí tengo. Así que allá que nos fuimos.

Uno de los días, después de una opípara cena a base de carnes y colesterol 200% en un uruguayo, nos fuimos a buscar un coffe-shop. Entramos en uno que nos parecía más auténtico: no muy grande, un poco cutre, mucho humo, unos progres con melenas fumando unas trompetas cónicas de 40 cm….. y nos pedimos la carta de porros. Allí hay carta de porros como aquí de cafés o helados. Uno de nuestros compañeros y cómplice en esta escapada y que por lo visto entiende de esto, nos recomendó algo que sonaba a “crul”, así que pedimos el porro “skrull”, cráneo en inglés, aunque yo no sé por qué pienso que era algo que tenía que significar mofeta, “skunk” así que nos debimos equivocar…. Y le pedimos al tendero dos “crul”. Saca un tubito de cristal del tamaño de un cigarro, echa la mitad de los polvos y nos lía uno. Y listo. No, no, “uan no, tu, uan for jim anguan for mi”, a ver si mi iniciación al vicio va a ser a medias. El tendero (no se cómo se llaman los que despachan porros), sube las cejas, gesticula que no, que es suficiente con uno, que es fuerte, pero…. el cliente es el cliente y al final nos sentamos en nuestra mesa con dos tés, un canuto para cada uno y un alijo de drogas compuesto por cuatro tubitos y dos galletas de maría para llevar.

Manolo es un experto fumador, así que al poco estaba envuelto en una glamorosa nube, pero yo no sé tragarme el humo: -Oye, a mi esto no me hace efecto. –Espera y verás…. Y ví. –Vámonos! dice –Ehhhhh! Que a mí me queda mucho! – Qué nos vamos…. Y lo miro y…el experto fumador está blanco como el papel, se empieza a marear, salimos….. no veo, me caigo, estoy mal, muy mal, no llego al hotel… Y yo, Dios mío, y si se me muere ¿cómo lo repatrío?, que su familia no sabe dónde estamos… Y él, no puedo andar, aquí me quedo, me agarro a un árbol, el hotel, qué vergüenza…. muero, ohh, muero. Despacio, que llegamos…. El pasillo del hotel es interminable… se mueve, qué mareo, está borroso…. No Manolo, el dibujo de la moqueta hace olas, pero está quieto. Llave, puerta y ffffssss, como una exhalación se precipita a abrazarse a la taza del wáter. Ratito de intimidad, sólo se oye brugh-brugh-bruaaaggghhhh varias veces. ¿Cómo estás, cariño? (Vaya preguntas tontas que se hacen! Pues fatal que está!). Se abre la puerta y aparece reptando por el suelo, avanzando con los codos y con los pantalones en los tobillos, escala a la cama como puede, se convulsiona… que mal, que mal, nunca he estado así de mal, todo, me duele todo… brugh-brug…. Voy corriendo a buscar un recipiente, no hay sólo…sólo la cubitera, venga esto sirve, la bolsa de plástico de la papelera… bruaaaggghhhh! Y así, con el tiempo, el temporal va perdiendo fuerza, ea, ea, relájate, duérmete….

En los viajes tengo un grave problema con el estreñimiento y más en este, en que aún tenía que guardar yo la imagen de espíritu puro, así que aproveché la coyuntura para ponerme un par de misiles de glicerina. Y aquí me tenéis a las 2 de la madrugada, bailando en bragas la música de la tele para activar la química de mi organismo mientras que mi príncipe azul dormita entre ronquido y arcada completamente inconsciente.

Ya de vuelta en el aeropuerto, con las maletas facturadas y el incidente olvidado….. – Oye Marta ¿dónde has metido los tubitos? (cada uno llevábamos dos) –En la maleta, y tu? – En el equipaje de mano, no ves que las maletas las huelen los perros?. Y….. Ding, dong, ding! Aviso a los señores Manuel Martínez y Marta Payo, por favor, pasense por facturación. Horror de horrores! Nos han pillado por traficantes…. Sudan las manos, se sale el corazón, vamos andando, deprisa, despacio, ¿cómo serán las cárceles holandesas? Taquicardia total y…… Perdón señores, pero es que debido a un cambio de avión han cambiado el número de sus asientos y ahora son….. Uuuffff!

Conclusiones: Qué sigo sin saber del placer de fumarse un porro, que no es lo mismo un cráneo que una mofeta ni en español ni en inglés y que hay que hacer caso a los tenderos.

Poco tiempo después y aprovechando la coyuntura de que el último cubata de un viernes me había sentado un poco mal, dejé que Manolo se pudiera resarcir de la poco honrosa situación de marras y me quedé absolutamente grogui en su cama después de haberle echado una magnífica pota en el suelo de su dormitorio.

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