San Juan de Dios: la locura de la bondad.

San Juan De Dios ayudado por el Arcángel Gabriel a llevar un enfermo.  Bartolomé Esteban Murillo, 1672. Hospital de la Santa Caridad, Sevilla.
San Juan De Dios ayudado por el Arcángel Gabriel
a llevar un enfermo.
 Bartolomé Esteban Murillo, 1672.
Hospital de la Santa Caridad, Sevilla.

A veces una persona normal tiene un momento de transformación en su vida y se convierte en una persona extraordinaria. Puede ser por múltiples motivos: una vivencia, una llamada al interior, un caer en la cuenta de…, una reflexión, unas circunstancias, etc. A veces la excusa es la religión, el acercamiento a un Dios, lo que motiva este cambio drástico en el pensar, en el sentir, en el actuar y en el vivir. Estas mismas cosas pueden hacer que una persona se convierta en una persona extraordinariamente buena o extraordinariamente mala y perversa, y la historia nos da multitud de ejemplos de todos ellos.

En nombre de la religión, de cualquier religión, se han hecho muchas cosas buenas y muchas barbaridades, pero muchas. Que una persona sea creyente -en cualquier religión- no da ninguna garantía a que sea mejor persona que otra que sea agnóstica o completamente atea. 

Pero hoy vamos a contar algo de una de estas personas que llegó a ser admirable, admirablemente loca y admirablemente buena con la excusa de Dios: San Juan de Dios.

San Juan de Dios.

Parece que el 8 de marzo de 1495 nace en Montemor-o-Novo, un pueblecito portugués en el distrito de la actual Évora, João Cidade Duarte, nombre de pila de nuestro protagonista. Sin embargo, hay autores que señalan como lugar de nacimiento Casarrubios del Monte (Toledo), y que pronto la familia tuvo que emigrar a Portugal, pues siendo su madre cristiana y su padre judío, podían tener problemas. 

Es muy poco lo que se sabe de sus primeros años. En algún momento entre los 8 y los 12 años (según versiones), un clérigo lo trae a España, a Torralba de Oropesa (Toledo), donde trabaja como pastor para Francisco Cid Mayoral, que era mayordomo del Conde de Oropesa. Allí recibe una buena y cristiana educación, propia de la época para los más acomodados. A los 27 se alista en las tropas del emperador Carlos I con la compañía del Conde de Oropesa, y combate a los franceses en Fuenterrabía -1523-, donde se le expulsó del ejército y está a punto de ser ahorcado por negligencia en el cuidado de las economías de la tropa. Una vez rehabilitado, lucha contra los turcos de Soliman I el Magnífico en Viena -1532-.

A la vuelta de las batallas quiere encontrarse con sus orígenes y va a Portugal a ver a su familia, pero sus padres habían muerto y toma rumbo a Andalucía. Estando en Gibraltar, decide marcharse África. En el barco conoce a la familia portuguesa Almeyda, que iban a Ceuta desterrados por el rey de Portugal. El padre lo contrata como sirviente, pero pronto la familia entera, el matrimonio y cuatro hijas, cae enferma y gasta en cuidados los ahorros que traía. João Cidade, Juan Ciudad, se pone a trabajar en la reconstrucción de las murallas de Ceuta, y con su sueldo mantiene a toda la familia Almeyda.

Tras un tiempo en esas tierras, vuelve a la península y se mantiene como vendedor ambulante de libros y estampas en Gibraltar, hasta que en 1538 va a Granada donde se establece definitivamente y abre una pequeña librería en la Puerta de Elvira. Allí entra en contacto con la literatura de tipo religioso.

En 1539 tiene un lugar el hecho más transcendental de su vida. Escuchando a San Juan de Avila en la Ermita de los Mártires, algo se le revuelve en el alma. Juan de Ávila, algo más joven que él, ya era un reputado predicador, sacerdote, escritor, teólogo, humanista, fundador de numerosos conventos y consejero espiritual de personas tan notables como San Ignacio de Loyola, San Pedro de Alcántara, San Francisco de Borja o Santa Teresa de Jesús. No se sabe de qué fue el sermón, pero lo dejó muy «tocado». Salió de allí gritando: «Misericordia Señor, que soy un pecador».

Se deshace de los libros y cierra la tienda. Se despoja de sus bienes y su ropa. Vaga por la ciudad como un pobre lunático. Niños y mayores se burlan de él, incluso le maltratan físicamente y le tiran piedras, y es encerrado en el Hospital Real, junto con los enfermos, mendigos y locos. Allí, encerrado en el ala destinada a manicomio, empieza a tratar con los desheradados de la Tierra. Ve el trato tan «duro» que dispensa a los dementes en esa institución: se les ata, se les pega, se les exorciza, se les deja a oscuras…  Y, aunque intenta convencer al personal de que humanicen el trato a estos enfermos, no tiene éxito. Al tiempo su espíritu madura y se serena, y le dejan salir y moverse con más libertad por el recinto. Esto lo aprovecha para cuidar con cariño, amabilidad y dignidad al resto de los enfermos.

Fue por intermediación de San Juan de Avila, quien le sugiere que canalice su supuesta locura para hacer cosas útiles, que sale de allí y va a Guadalupe -Cáceres- donde aprende las artes curativas y el trato a los pacientes con los monjes Jerónimos, que disponían de una avanzada Escuela de Medina. En el monasterio de la Virgen de Guadalupe (lo conozco y es precioso), le promete a la Virgen dedicar su vida al cuidado de los más desamparados. Con ese propósito vuelve a Granada.

Juan Ciudad, como se le llamaba, pronto empieza a hacer notar su labor. Busca un lugar donde acoger a su «público». Primero, es el Señor de Venegas, descendiente de una familia nazarí convertida al cristianismo, quien los aloja en la Casa de los Venegas, hoy conocida como la Casa de los Tiros. Después esto se le queda corto y alquila una casa en la calle Lucena donde monta su primer hospital. Hace de todo: enfermero, médico, amigo, padre, cocinero, limpiador, conversor de pecadores, todo lo que hiciera falta en cualquier momento. Se mantiene y mantiene su obra de la limosna y la caridad. Por las noches salía por las calles y voceaba: «¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien!». Y la gente le daba las sobras de su comida, una moneda, alguna ropa o lo que cada cual pudiera. Incluso sus propias vestimentas, donación de los parroquianos, las daba a los más menesterosos, por lo que él iba siempre vestido de harapos. La fama de este hombre bueno crece por la ciudad. Un día, el presidente de la Chancillería y obispo de Tuy, Ramiro de Fuenleal , lo invitó a comer, se interesó por su labor, social y evangélica y le pone el apelativo de Juan de Dios. Además, viendo su paupérrima imagen, le regaló una túnica negra. Fue el único vestido que llevó el resto de su vida y el hábito que luego usaron los seguidores de su Orden. Aun siendo una persona seglar, este espaldarazo de la Iglesia supone un reconocimiento de la sociedad más pudiente y un aumento de las donaciones.

Pronto empieza a tener seguidores y abre un segundo hospital en la Cuesta de Gomérez.  Fueron los primeros Antón Martín y Pedro de Velasco. Sus innovaciones hospitalarias, la forma de tratar a los que por allí iban: pobres, enfermos, tullidos, huérfanos, dementes, prostitutas, madres solteras, pecadores e, incluso, peregrinos; su entrega, su generosidad, su amabilidad y su buen hacer hicieron mella en la sociedad granadina de la época que ya nunca se olvidó de él.

Como el hospital de la calle Lucena se quedaba pequeño, hizo el segundo en la Calle Gomérez y el tercero en el convento viejo de San Jerónimo, que no llegó a ver terminado. En 1548 monta un albergue en Toledo, como el que había hecho en Granada. En total, Juan De Dios hizo cinco fundaciones, un albergue y tres hospitalarias en Granada y un albergue en Toledo.

Tanta labor genera unos gastos y unas deudas que no puede pagar, por lo que viaja a Castilla, donde obtiene ayuda económica de algunos nobles e incluso del mismo príncipe Felipe, luego el rey Felipe II.


San Juan de Dios salvando enfermos  del incendio del Hospital Real. Manuel Gómez-Moreno González, 1880. Museo de Bellas Artes, Granada.
San Juan de Dios salvando enfermos
del incendio del Hospital Real.
Manuel Gómez-Moreno González,
1880.
Museo de Bellas Artes, Granada.

El 3 de julio de 1549 un incendio se desata en el Hospital Real y allí va Juan para rescatar personas. No se queda mirando como el resto de ciudadanos, sino que entra y sale de entre las llamas para sacar enfermos. Milagrosamente sale ileso y su fama de santo empieza a correrse por Granada.

En enero de 1550, un joven que había ido a recoger leña se cayó al río Genil y estaba a punto de ahogarse en la corriente. Juan de Dios, que lo vio, se lanzó al agua a su rescate. Esto le supuso una grave pulmonía. Ana de Osorio, mujer del caballero veinticuatro (un cargo municipal) García de Pisa se lo llevó a su casa para cuidarlo mejor. (La Casa de Pisa se encuentra en el Albaicín). Allí le visita el arzobispo Pedro Guerrero (que ya mencionamos en la entrada en este blog sobre Juan Latino, otro personaje admirable, granadino de adopción), y da instrucciones a su discípulo Antón Martín de que se ocupe del hospital y de sus necesitados. 

La enfermedad empeoró y el 8 de marzo de 1550 Juan de Dios murió de rodillas, con un crucifijo en la mano, encomendando su espíritu a Dios. Justo el día que cumplía 55 años. Su entierro en Iglesia de la Victoria de Granada y presidido por el arzobispo Pedro Guerrero, fue multitudinario lleno de muestras de dolor y admiración hacia él y hacia su obra.

Fue beatificado por el papa Urbano VIII en 1630 y canonizado por Alejandro VIII en 1690. Tras un trasiego de sus restos por distintas iglesias, desde 1757 reposan definitivamente en la Basílica San Juan de Dios. Esta iglesia fue construida entre 1737 y 1759 junto al Hospital de San Juan de Dios a instantancias de Fray Alonso de Jesús y Ortega para albergar los restos del santo.

Triste herencia.  Niños ciegos, leprosos, locos y lisiados ayudados en su baño por un monje de la Orden Hospitalaria San Juan De Dios. Joaquín Sorolla, 1899. Colección Bancaja, Valencia.
Triste herencia.
Niños ciegos, leprosos, locos y lisiados ayudados en su
baño por un monje de la Orden Hospitalaria San Juan De Dios.
Joaquín Sorolla, 1899.
Colección Bancaja, Valencia.

En apenas doce años, Juan de Dios cambió y revolucionó el trato en los hospitales a pobres y enfermos mentales, dando una atención cariñosa, digna, profesional, integral, pionera y humana a cualquier individuo sin importar su procedencia ni sus circunstancias. Abre cinco centros de albergue y hospitalarios, apela a los recursos de la sociedad como base de financiación para este proyecto solidario hacia los más desfavorecidos y busca y encuentra gente capaz, en cuerpo y alma, para dar continuidad a su obra.

En 1572 sus discípulos fundan la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios, aprobada por el papa Pio V.

En este momento la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios es una de las mayores organizaciones de cooperación internacionales sin ánimo de lucro en el mundo, estando presente en 52 países de los cinco continentes, con 405 centros y fundaciones sociales, sanitarias, docentes y de investigación y realizando más de 35 millones de atenciones al año. Su labor es tan enorme, que es imposible ni esbozarla. Os dejo con un enlace por si queréis conocerla: Orden Hospitalaria San Juan De Dios. Y todo con las bases y los principios de este hombre: Juan Ciudad Duarte, San Juan de Dios.

En 2015 lOrden Hospitalaria de San Juan de Dios fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

San Juan de Diios el santo patrón de enfermeros y hospitales.

Pio XII lo nombró copatrón de Granada, en 1940.


💖 “Sobre todo, tened siempre caridad, pues ella es la madre de todas las virtudes” (San Juan de Dios)



Fotos:

Wikimedia Commons DP


Bibliografía:

Internet:

* wikipedia.org/San Juan De Dios

* escueladehospitalidadprovinciadecastilla.wordpress.com/San Juan De Dios

* corazones.org/santos/Juan De Dios

es.catholic.net/San Juan de Dios

* debe.rah.es/biografias/San Juan De Dios

*itvr.org/fundadores/Juan De Dios

hermandaddelased.org/San Juan De Dios

fundacionindex.com/Juan De Dios

ohsjd.org/Orden Hospitalaria San Juan De Dios

buscabiografias.com/San Juan De Dios


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