La Campana Gorda de Toledo

“Cuenta la tradición…”
Campana Gorda de Toledo.
Foto de leytol para Flickr

El cardenal de Toledo, Luis Antonio de Borbón, hijo de Felipe V y hermano de Carlos III, quería, para la Catedral Primada de España, la campana más grande de toda la cristiandad. Estudiando el proyecto con el canónigo de la catedral Andrés de Munárriz, pensaron que el lugar idóneo para colocarla era en la torre donde estaba la campana de San Eugenio, también muy grande, pero que no daba buen sonido. Así, sin reparar en gastos, encargó su fundición al orfebre y campanero de la catedral, el cántabro Alejandro Gargallo. Durante más de dos años el maestro Gargallo trabajó en la campana, una enorme campana de 2,29 metros de altura, 9,17 de circunferencia, 2,93 de diámetro y entre 7.500 y 14.000 kilos (no se ponen de acuerdo con el peso) y  que el pueblo esperaba con expectación.
Parece ser que el taller de fundición estaba en la cuesta de San Justo, no muy lejos de la catedral, pero el penoso traslado duró siete días, llegando a su destino el 30 de septiembre de 1755. Para subirla a la torre hubo que pedir ayuda a marineros de Cartagena, que trajeron sus gordas y fuertes maromas. Se agenciaron bueyes de carga, se construyeron rampas e incluso hubo que tirar un muro de la torre para poderla pasar, reconstruyéndolo después. Los toledanos se arremolinaban en los aledaños de la catedral para seguir de cerca la maniobra. Una vez colocada, fue bendecida por el obispo auxiliar Andrés Nuñez, que renunció a cobrar sus honorarios, aunque se le hizo un pequeño regalito: seis pañuelos y un bote de tabaco. 
¡Por fin llegó el gran día! El 8 de diciembre de 1755, para anunciar la fiesta de la patrona Santa Leocadia, iba a tañer por primera vez la Campana Gorda de San Eugenio. La ciudad, ansiosa, esperaba ese momento. 
¡Gonnnnng! Un terrible y ensordecedor sonido conmocionó Toledo. Todo retumbó. Aunque algunas leyendas dicen que se rompieron los cristales de las ventanas y que muchas mujeres preñadas parieron o abortaron con el estruendo, parece que no es  del todo cierto. Las leyendas exageran las cosas un poco... Algo no había salido bien. Se detectó una pequeña grieta. Le echaron la culpa al badajo, al pobre badajo de hierro, y lo cambiaron por otro más pequeño, de bronce. Pero no. El sonido seguía siendo espantoso. La grieta se fue agrandando hasta alcanzar el metro y medio de longitud. Limaron los bordes de la raja para tratar de evitar vibraciones, pero no tenía arreglo. Un error en la fundición dio origen al pelo que malogró la ilusión del cardenal y de los fieles.
El maestro Gargallo se negó a cumplir los acuerdos del contrato y fundirla de nuevo, según rezaba en una sus cláusulas, y la campana fue condenada al silencio y al ostracismo para siempre.
Algo sí consiguieron el cardenal Luis Antonio de Borbón y Gargallo. Hacer una de las mayores campanas del mundo, solo superada den la actualidad por la Campana del Zar en Moscú, con 216 toneladas de peso, que está rota y en el suelo y la de la catedral de Colonia que, con 24 toneladas, está en funcionamiento.
* * * * * 
Cuando mi padre tenía 21 años, publicó un precioso libro de poemas, Ensueños, que yo leí muchos años más tarde. Entre ellos había uno dedicado a esta campana. No sé yo por qué en esos pocos versos me imaginaba que el estruendo del tañido de la Campana Gorda podía ser comparable al de la explosión que acabó con los dinosaurios. Imaginación y exageración de niños, supongo …
Os dejo con él:






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